lunes, 11 de mayo de 2009

LA FAMILIA GITANA VUELVE A LA ARBOLEDA

Entraron protegidos por la Ertzaintza en una vivienda cuya puerta fue de nuevo saboteada por desconocidos
12.05.09 -

Tuvieron que tirar la puerta de su propia casa, pero al final pudieron entrar. La familia repudiada por los vecinos de La Arboleda se instaló ayer en la vivienda de emergencia social que le asignó el Gobierno vasco a finales de 2008. Tras más de seis meses de conflicto, y cuarenta días después de su primer intento de realojo, el matrimonio procedente de Sestao y sus cinco hijos pasaron su primera noche en el piso protegido de Trapagaran. Pero antes tuvieron que hacer frente a otra desagradable sorpresa: el acceso al domicilio había sido tapiado con cemento.

Durante la noche no estuvieron solos. Les acompañaron representantes del Consejo de asociaciones gitanas del País vasco, colectivo que asiste a la familia. «Estaremos con ellos hasta que se normalice la situación. No es que temamos que pueda pasar algo. Confiamos en el civismo de los vecinos. Sólo queremos darles calor», aseguró Valentín Jiménez, portavoz del grupo.
Pero entrar en la vivienda no fue tarea fácil. Como ya ocurrió el pasado 1 de abril, la Ertzaintza desplegó a las once de la mañana un cordón de seguridad entre la vivienda del realojo y los vecinos, al tiempo que una veintena de agentes se interponía entre estos y la familia. Pero su intervención no fue necesaria. En silencio, y a más de un metro de distancia de la Policía, los residentes desplegaron pancartas con lemas como 'Pisos para los trabajadores' o 'Derechos=Obligaciones'.

El joven matrimonio -compuesto por Laura y Manuel, de 27 años- llegó a la zona a mediodía. Con la cabeza gacha y el menor de sus hijos -de 7 meses- en brazos, la pareja se dirigió a la entrada del bloque escoltada por representantes de las asociaciones gitanas del País Vasco. Allí una cuerda atada desde el interior del portal les impidió el acceso. «Habrá que forzarla», comentó una representante del colectivo a los ertzainas que flanqueaban la puerta. Los agentes se encogieron de hombros. «Nosotros sólo estamos aquí para garantizar la seguridad», respondieron, mientras uno de los acompañantes de la familia usaba una navaja para cortar la cuerda.
Así salvaron el primer escollo, que no sería el último. Al subir al primer piso y dar con la vivienda se toparon con otro problema. La puerta que meses atrás ya fue cubierta con espuma de poliuretano y sellada con una pared de hormigón, había sido saboteada por tercera vez. En esta ocasión, alguien había clavado una pancarta al marco exterior, creando un encofrado en el que los saboteadores vertieron cemento y cascotes. Para retirarlos fueron necesarias tres horas de trabajo de albañiles y cerrajeros. También de un electricista para restablecer el suministro energético, tras descubrirse que habían atacado el contador.

«No se lo merecen»

«Ya nos esperábamos algo así», aseguró la abogada y portavoz del matrimonio, María Tato. Impotente sin poder entrar en el piso, el matrimonio decidió marcharse a comer para volver por la tarde con el resto de sus hijos. En un principio, pensaron dejar a los niños al cuidado de una abuela, pero el fallecimiento y posterior funeral de un familiar de Manuel vino a complicar aún más su situación.
«La familia no se merece esto», sentenció Pascual Borja, otro portavoz de las asociaciones gitanas venido desde Vitoria. Lo mismo pensaba Vicente Gil, de Iniciativa Gitana. Su enfado ayer era evidente. «Si se tuvieran que ir los conflictivos del pueblo, La Arboleda se quedaría vacía», acusó, al tiempo que recordó que la familia ya está empadronada en Trapagaran. «Hemos venido para quedarnos», prometió.

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